EL CEREBRO: LA PRIORIDAD NO ES LA FELICIDAD

Uno de los hechos más pasados por alto acerca de nosotros es que nuestro cerebro no está cableado para hacernos felices.

El propósito principal del cerebro es mantenerte seguro y asegurar tu supervivencia. Tu cuerpo, y particularmente tu cerebro, no se preocupan por si eres feliz o no.

Nuestro cerebro intenta protegernos de cualquier tipo de experiencias negativas —no importa si es un desamor, un momento embarazoso en una fiesta, o algo mucho peor.

A tu cerebro tampoco le gustan las sorpresas —es por eso que a menudo piensas en la siguiente cosa mala que podría suceder y prefieres estar bien preparado para las cosas negativas que podrían ocurrir, incluso si son poco realistas. Es por eso que a veces hacemos de un grano de arena una montaña y convertimos pequeñas luchas en enormes problemas.

Cuando estás constantemente preocupado, temeroso y en modo de «lucha o huida», no te queda mucho tiempo y energía para experiencias positivas.

A veces, los pensamientos negativos son válidos, y los experimentamos por una buena razón. ¡Los momentos malos nos pasan a todos! Nos rechazan, experimentamos pérdidas inesperadas y nos encontramos con pequeños y grandes desastres de vez en cuando.

En esos momentos de desesperación, está bien, e incluso es útil, aceptar el pensamiento negativo y todos los sentimientos que experimentamos. No tiene sentido endulzar la realidad cuando la vida es miserable.

Pero la verdad es que la mayoría de tus días no son miserables. La mayoría del tiempo, la vida está bien, y tu cerebro sigue intentando mantenerte infeliz.

Es en esos días cuando necesitas tomar responsabilidad y ponerte al volante de tu vida. Enfocarse en las pequeñas cosas alegres, a menudo llamadas destellos, puede ser muy útil. Puedes concentrarte en lo maravilloso que es el sabor de tu café por la mañana, lo hermoso que está el atardecer, o lo bien que huele tu perfume. 

Todos esos pequeños momentos le recuerdan a tu cerebro y a tu cuerpo que no estás en peligro y ayudarán a desactivar la respuesta de lucha o huida.

When we’re locked in the idea of a self that needs to protect and defend itself, we suffer.

Tara Brach, PhD